Un área verde es positiva para el ambiente por tener árboles y plantas que absorben el dióxido de carbono, sin embargo, hay jardines cuyo mantenimiento se convierte en un costo para el ambiente y en una carga para el bolsillo. “Generalmente, se pone un jardín para que se vea bonito, que luzca, pero hay que tomar en cuenta los elementos ambientales… porque esa buena intención puede convertirse en una práctica ambientalmente no tan favorable”, advierte la bióloga Hazett Cervantes, directora del jardín botánico del Centro de Información y Comunicación Ambiental de Norteamérica (Ciceana). En las urbes donde hay concreto sobre concreto, el suelo está erosionado y un jardín resulta costoso pues implica traer y pagar por la tierra, las plantas y el agua. Esto sucede en zonas de la Ciudad de México, como las Lomas de Chapultepec, Bosques de las Lomas e Interlomas, explica el arquitecto paisajista Kees van Rooij. En casos extremos en los que no hay áreas verdes por plantar, se recurre a los jardines, que aunque sean sustentables, como los que diseña Van Rooij, son superficiales. Además del costo del arquitecto paisajista, también aumenta el costo del metro cuadrado de área verde. Para que un área verde sea verde, de verdad hay que seguir algunos pasos. El jardín de mi casa 1. Costales de tierra Solución: Comprar en viveros certificados costales de tierra de cultivo o de lombricomposta que, además, funciona como fertilizante natural y cuesta unos 5 pesos el costal y si se utiliza bien y si se le añade un poco de hojarasca es equivalente a cuatro o cinco costales de tierra. Todavía no hay un sello que identifique los viveros en los que se puede comprar la tierra, pero la bióloga de Ciceana recomienda preguntar si se siguen los procedimientos aprobados por la Semarnat. 2. Riego a mediodía Para regar un metro cuadrado se requieren entre 2.5 y tres litros de agua, con clima fresco se puede bajar a un litro. Solución: Regar “muy temprano o muy tarde en el día”, dice Cervantes, o, si se puede, invertir en un sistema de canaletas que capten el agua de lluvia que cae del techo de la casa y de ahí se filtre y transporte, por medio de tubos, a una cisterna. Esto puede costar unos $20,000 pesos, aunque después de esta primera inversión, ya no se pagará por agua para regar el jardín, además de que, para el futuro, tendrá menos problemas de agua que otros, por la capacidad de almacenaje. “Cualquier cisterna tiene un costo aproximado de $2 pesos por litro de agua, así una de 1,000 litros cuesta unos $2,000 pesos”, acota Van Rooij. 3. Introducir especies exóticas “No es lo mismo tener especies locales que favorecen a las áreas locales y permiten que sigan llegando los animales locales, a que tengas otras especies que pueden crear cierto desequilibrio ecológico. Cuando metes un organismo a un ecosistema, compite con lo que hay y el problema radica en que si no existe un predador u otro organismo que lo controle, se convierte en plaga”, alerta Cervantes. Solución: Plantar especies locales o, si van a sembrar las exóticas, que se haga con conocimiento de causa y asesoría de los expertos y evitando comprar a los vendedores en las calles. Plantas exóticas, como las patas de elefante, deben tener un certificado; de lo contrario, es muy probable que hayan sido saqueadas y que por el maltrato al que fueron sometidas vivan menos tiempo. 4. Fertilizantes y plaguicidas químicos Van Rooij añade que, además, puede ser peligroso para los perros o los niños que jueguen en el jardín. Solución: Se puede comprar lombricomposta, que si se mezcla con hojarasca se puede utilizar como fertilizante y dura hasta dos años. El líquido que sale de la lombricomposta también se puede emplear para combatir plagas. “Fumigar tampoco es una solución, si realmente tienes una plaga es porque hay plantas que no son locales sino exóticas y no se adaptan, o porque no hay suficiente tierra o ésta es de mala calidad”, añade Van Rooij. El jardín de mi edificio Es más importante el coche que el árbol |